Camino del Atlántico: turismo que cuida y conecta
Una ruta sostenible que impulsa la economía rural, cuida el entorno, fomenta la cultura gallega y crea un turismo sin masificación ni artificio.
11/7/20253 min read


El turismo tiene la capacidad de transformar un territorio, y en el caso del Camino del Atlántico, esa transformación busca ser responsable, coherente y duradera. Esta ruta que conecta A Coruña con Fisterra y Muxía, pasando por Santiago, se desarrolla bajo una estrategia alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) definidos por Naciones Unidas.
El Camino del Atlántico no es solo una ruta que une A Coruña con Fisterra y Muxía pasando por Santiago. Es también una forma diferente de entender el turismo en Galicia: más respetuosa, más cercana y más conectada con las personas que viven en el territorio.
Desde que comenzó a trazarse, este itinerario ha apostado por una lógica clara: que cada paso sume, no reste. Que el viajero disfrute, pero sin dejar una huella negativa. Que lo local no se pierda, sino que se refuerce.
Esta forma de trabajar se traduce en acciones muy concretas, visibles en cada tramo del recorrido. A continuación, repasamos algunas de ellas.
Generar oportunidades en los pueblos por donde pasa
El Camino del Atlántico cruza zonas rurales que, en muchos casos, no están en los circuitos turísticos tradicionales. Para esos pueblos, el paso de caminantes no es solo un detalle: puede convertirse en una fuente directa de ingresos y actividad.
Por eso se trabaja con alojamientos familiares, restaurantes gestionados por gente de la zona, transporte local y comercios de proximidad. La idea no es llenar de servicios, sino activar lo que ya existe, reforzando el tejido económico de cada municipio sin desbordarlo.
Cada euro que se gasta aquí queda en Galicia. Y eso es lo que permite que el Camino siga siendo parte de la vida local, no un decorado.
Mantener viva la lengua y la cultura sin excluir a nadie
La comunicación del Camino del Atlántico se hace en varios idiomas para que cualquier persona pueda entender y disfrutar la experiencia. Pero siempre se incluye también el gallego, como parte de la identidad del territorio.
La señalización, los contenidos web, las redes sociales o los materiales informativos reflejan esa diversidad: se habla claro, con cercanía, y se integra el gallego como algo natural. No es una barrera, es un valor añadido.
De esta forma, quien camina no solo ve paisajes, sino que también entra en contacto con la forma real de vivir y hablar en Galicia.
Respetar el entorno sin modificarlo
A diferencia de otros tramos masificados, aquí el trazado se adapta al paisaje. No hay grandes intervenciones, ni infraestructuras innecesarias. Se camina por senderos tradicionales, por corredoiras, por caminos ya existentes.
Además, se promueve el transporte compartido, la reducción de residuos, el respeto a la fauna y la flora local, y la conciencia ambiental entre los propios viajeros. No se trata de hacer grandes campañas, sino de mostrar con el ejemplo. Caminar también puede ser una forma de cuidar el territorio.
Una experiencia accesible para muchos perfiles
Este camino está pensado para adaptarse a distintos tipos de personas. No exige una preparación física elevada. Las etapas se pueden ajustar. Hay apoyo logístico opcional y un trato cercano desde la organización.
Por eso lo recorren tanto personas mayores como jóvenes, parejas, grupos pequeños o caminantes en solitario. Cada uno lo vive a su manera, sin presión, sin imposiciones.
Además de caminar, se aprende: sobre el lugar, sobre la historia, sobre la cultura gallega y sobre cómo viajar con más sentido.
Crecer sin perder el equilibrio
El proyecto no se promociona con grandes campañas ni con eslóganes vacíos. No busca viralidad ni presión comercial. Su crecimiento es orgánico: llega por recomendaciones, por contenidos útiles y por el boca a boca entre viajeros que valoran otro tipo de experiencia.
Eso permite que los pueblos del camino no se saturen. Que los servicios locales puedan adaptarse. Y que el camino mantenga su autenticidad sin dejar de ser acogedor.
Trabajar con la gente del lugar
Nada de esto sería posible sin la implicación de las personas que viven en el territorio. El proyecto del Camino del Atlántico se construye en diálogo con vecinos, asociaciones, técnicos, artesanos y profesionales vinculados al Camino de Santiago.
No se impone un modelo desde fuera. Se escucha, se adapta y se mejora con lo aprendido. Así, cada tramo no solo está pensado para el que camina, sino también para quien vive allí todo el año.
Un camino con sentido, también para el futuro
El Camino del Atlántico demuestra que se puede hacer turismo sin romper el equilibrio. Que se puede ofrecer una experiencia de calidad, con identidad gallega, sin caer en la masificación.
No hace falta inventar rutas nuevas. Solo recuperar las que ya existían, cuidarlas, comunicarlas con honestidad y adaptarlas a lo que necesitamos hoy: un turismo que respete, que sume y que deje algo bueno allí por donde pasa.
