Camino del Atlántico: de A Coruña a Fisterra y Muxía
Camina desde A Coruña hasta Fisterra y Muxía pasando por Santiago. Una ruta atlántica que cruza Galicia rural, auténtica y sin masificación.
11/7/20253 min read


El Camino del Atlántico es una forma lógica y honesta de cruzar la provincia de A Coruña desde el océano Atlántico en A Coruña hasta el océano Atlántico en Fisterra y Muxía, pasando por Santiago de Compostela. Esta ruta enlaza el histórico Camino Inglés desde A Coruña con la prolongación jacobea hacia la costa atlántica del Fin de la Tierra, siguiendo un trazado que combina tradición, paisaje rural y conexión con el mar.
No se trata de una nueva invención ni de una variante artificial, sino de una forma coherente de recorrer el Camino de Santiago desde un origen marítimo hasta uno de sus puntos más simbólicos: el fin de la tierra, donde el océano marca el horizonte.
El origen atlántico del Camino Inglés
A Coruña fue, durante siglos, uno de los principales puertos de llegada para peregrinos del norte de Europa. Desde aquí comenzaban el Camino Inglés, una ruta breve en distancia, pero rica en historia. Hoy ese trazado sigue vivo y señalizado, con poco más de 70 kilómetros hasta Santiago, lo que lo convierte en una opción accesible para muchas personas, aunque no otorgue la Compostela si se recorre en solitario.
El recorrido avanza hacia el sur cruzando comarcas del interior rural coruñés como Cambre, Carral, Ordes u Oroso. Son zonas poco intervenidas por el turismo de masas, donde el paisaje agrario, los núcleos pequeños y la hospitalidad cotidiana siguen marcando el ritmo del camino.
Una travesía por el rural gallego
Este itinerario no se limita a entornos costeros. Buena parte del Camino del Atlántico atraviesa el rural gallego interior, tanto antes como después de Santiago. Aldeas, corredoiras, iglesias románicas, prados, montes y caminos entre árboles configuran un paisaje que cambia con las estaciones y que permite al caminante integrarse en la Galicia profunda, sin artificios.
A diferencia de las rutas más populares, aquí los servicios existen, pero no saturan. Hay alojamientos pequeños, bares de aldea, mercados locales y vecinos que participan en el camino sin haber sido desplazados por él. La lengua gallega forma parte del día a día, no como reclamo cultural, sino como herramienta viva de comunicación.
Santiago como punto de paso, no final
El Camino del Atlántico atraviesa Santiago de Compostela, pero no termina ahí. Para muchas personas, llegar a la catedral no significa cerrar el viaje. La prolongación tradicional hacia Fisterra y Muxía sigue siendo un itinerario activo y señalizado, integrado en la red oficial de rutas jacobeas de Galicia.
Esta continuación permite conectar el recorrido interior con el litoral atlántico, siguiendo caminos rurales a través de zonas como Ames, Negreira, Mazaricos, Dumbría o Cee. La llegada al mar es progresiva, y el paisaje se transforma: las fragas dan paso a los vientos salinos, las colinas a las rías, y los caminos de piedra a las vistas abiertas del océano.
Fisterra y Muxía: dos finales frente al Atlántico
El Camino del Atlántico concluye en dos puntos cargados de simbolismo: Fisterra y Muxía. Fisterra, con su faro y su costa abrupta, fue considerado durante siglos el fin del mundo conocido. Muxía, con el santuario da Virxe da Barca sobre las rocas, conecta tradición cristiana con raíces precristianas ligadas al mar.
Ambos lugares representan un cierre natural del camino. El mar no es solo decorado: es horizonte, transformación y destino. Volver a encontrar el Atlántico tras haberlo dejado en A Coruña cierra un círculo geográfico, espiritual y cultural.
Un camino con identidad propia
El Camino del Atlántico se diferencia por su equilibrio. Es una ruta con historia, pero sin aglomeraciones. Con paisaje, pero sin artificio. Con servicios, pero sin masificación. Su trazado permite conocer tanto la Galicia costera como la interior, desde el mar hasta el mar, con Santiago como punto central.
No se presenta como una alternativa comercial, sino como una forma coherente de leer el territorio. Su estructura conecta núcleos reales, mantiene el vínculo con la comunidad local, y permite al viajero caminar sin perder de vista lo esencial: el camino como proceso, no como producto.
